Desde que la actualización gratuita de
Windows 10
empezó a circular, tuve dudas de si aprovechar y actualizar el Windows 7
SP1 que tenía en mi ordenador de sobremesa, debido a que este no jugaba
un papel relevante, siendo poco más que una consola de videojuegos.
Sin embargo
este último sábado decidí tirarme a la piscina y actualizar,
pero antes, por si las moscas, realicé backups (copias de seguridad) de
los principales datos que tenía en el ordenador, porque temía que
Windows 10 pudiese llevarse por delante algo que no le correspondía,
como las particiones de Kubuntu que tengo repartidas entre tres discos
diferentes, con especial mención a la raíz, que está en el SSD junto a
Windows
Todo eso lo hice a pesar de que según la información que obtuve no había riesgos de que Windows 10 borrase Linux y sus particiones, pero preferí prevenir.
La actualización tardó bastante, quizá el hecho de estar cansado de
hacer los backups me hiciera tener esa sensación, pero al terminar el
proceso del todo me quedé totalmente sorprendido, porque
Windows 10 había respetado absolutamente todo, ni siquiera se llevó por delante Grub,
el gestor de arranque de Linux.
Lo gracioso es que ahora Grub no llama a
ningún sistema operativo por su nombre, llamando a Kubuntu, Ubuntu y a
Windows 10, Windows 7, aunque los sistemas operativos arrancan
correctamente, así que no es un detalle importante.